El Día de Todos los Santos, fue instituido por la Iglesia Católica en épocas distintas y su fecha de celebración sufrió varias modificaciones, antes de quedar fijada para el 1 de noviembre. La enorme cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución de Diocleciano (284-305), llevó a la Iglesia en el siglo IV a establecer un día para conmemorar los a todos, pues el almanaque no alcanzaba para darles a cada uno el suyo.
La fecha original elegida fue el 21 de febrero. Pero en 610 la liturgia de los santos cambió al 13 de mayo, día en que el papa Bonifacio IV consagró el Panteón Romano donde se honraba a los dioses paganos (antes de la cristianización) como templo de la Santísima Virgen y de Todos los Mártires. Más tarde, Gregorio III (731-741) la transfirió al 1 de noviembre como respuesta a la celebración pagana del Samhain o Año Nevo Celta (ahora llamado Halloween o Noche de Brujas) que se festejaba la noche del 31 de octubre, en la creencia de que se producía la apertura entre el mundo tangible y el de las tinieblas, y que los muertos venían a visitar a los vivos.
Luego Gregorio IV (827-844) extendió la celebración a toda la Iglesia; sin embargo, hasta hoy los Ortodoxos griegos conmemoran el Día de Todos los Santos en una fecha móvil: el primer domingo después de Pentecostés. Hoy en día, en la Iglesia Católica es considerado como día de obligación para visitar la iglesia.