La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón. Es durante este día donde nos entregamos a la conversión cuando escuchamos las palabras: “arrepiénte y cree en el evangelio” o “recuerda que polvo eres y al polvo volverás” mientras nos marcan con el símbolo de las cenizas.
¿Cómo surge esta celebración?
Tanto los judíos como los ninivitas acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios. Y durante los primeros siglos de la Iglesia, las personas que recibían el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y presentaban ante la comunidad su voluntad de convertirse. Desde el siglo XI, la Iglesia acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión que conocemos hoy como la Cuaresma.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada. Nuestra Iglesia esta basada en historia y tradición y la imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza en nuestra frente o la cabeza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.
El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida.
Aquí asistimos a la paraliturgia, al mediodía del miércoles. Al final, nos impusieron las cenizas. Este año fue especial, porque -ya sabes- estamos preparando la Primera Comunión de Sofía.
Que fabuloso y tremenda bendicion.