Hoy en día es bien raro ver a alguien sin celular, sin DVD o Blu-ray player o el último objeto electrónico. Todos queremos lo nuevo en la avenida. Y sin querer nos vamos creando una dependencia a los mismos. No podemos vivir sin el iPhone o la Keruig o la Mac.
No discuto que la mayoría de estos objetos nos simplifican la vida pero tambien nos separan del mundo, de nuestra familia hasta de nosotros mismos.
La semana pasada estuve en la oficina del doctor y mientras esperaba por mi cita me di cuenta que nadie hacia caso a las revistas que estaban en la mesa. Cada persona estaba pegado a un objeto electrónico. Entro a mi cita y el asistente viene con un laptop a entrar mi información de mis signos vitales sin casi dirigirme la palabra o mirarme a los ojos. Despues llega el doctor con un iPad a leer mi expediente, escuchar mis problemas y recomendarme el medicamento. Y a la misma vez que me hablaba, estaba mandando mi receta a la farmacia. Llego al mostrador y ya la receta estaba hecha. Admito que es eficiente pero tambien se siente un poco impersonal.
De mi parte veo que dependo mucho de mi iPhone. Nunca pensé que iba a “querer” tanto un teléfono pero me encanta.
Y así cada uno de nosotros tiene esa conección a algo que nos rodea.
Por eso te invito a que saques un tiempo al silencio. A desconectarte de todo objeto. Puedes empezar por una hora hasta incrementar el tiempo a que quieras. Ya verás que así encontrarás un mundo completamente diferente.